Vivimos en una sociedad
que esta regida por determinados patrones o paradigmas que fijan limites y cursos de acción con el
fin de alcanzar determinados objetivos que satisfagan sus necesidades. Un
paradigma que se encuentra muy de moda en el ámbito empresarial contemporáneo es el concepto de
Gerencia Para la Calidad Total, el cual tiene como fin optimizar la utilización
de los recursos y mejoras de procesos que garanticen el éxito de la organización, donde el factor humano es de
relevancia primordial.
Ahora bien, la Gerencia para La Calidad Total es una definición que no solo abarca el
sector industrial de una sociedad, este paradigma ha sido adoptado por otros
sectores, entre los cuales se debe destacar el sector educativo donde para
alcanzar la Calidad Total se aplica un tipo de Gerencia por Objetivos donde el fin
último de la Educación es la transformación social; y esa educación, en sus
resultados, ha de ser pertinente, equitativa y de calidad; administrada por
cuadros gerenciales, académicos y de apoyo que garanticen la gestión conocimiento,
la tecnología y, por ende, del talento humano. Para cumplir con estas premisas
hay que crear las condiciones políticas, ecológicas y tecnológicas, que emergen
en el contexto cuando se da la voluntad real para hacerlo. Más que invertir
dinero, se trata de hacerlo. Y se hace, gerenciando procesos, tecnología y capital humano; definiendo una
política bajo un enfoque estratégico, complementado con una estrategia
investigativa, donde los sujetos y el objeto se confunden para resolver
problemas interdisciplinariamente y crear, a su vez, nuevas teorías de
desarrollo social, en el nivel transdisciplinario.
A tales efectos, es
necesario centrarse en el ser humano como sujeto que aprende, piensa, siente,
construye y transforma el sistema o hábitat donde convive. En otras palabras: el hombre transformándose
a sí mismo, a través de la educación. El
hombre no es más que lo que la educación hace de él; tan solo a través de ella
el hombre puede llegar a ser hombre. De allí que, se puede inferir que talento
humano, gerencia, investigación, calidad educativa y transformación son la
esencia del hombre mismo, de la infinitud personal. Ellas constituyen una
integración sistémica, donde interactúan a favor del mejoramiento de procesos
en la organización donde funcionan.
De allí que, se toma como
centro al hombre, porque más que depender de los aspectos materiales o físicos,
por principio filosófico, la calidad educativa depende de la calidad humana. Lo
infraestructural es producto de la calitividad humana; que no es más que acción con calidad. En
consecuencia, para implantar una educación de calidad, verdaderamente
transformadora de conciencias, sembradora de valores, desarrolladora de
conocimientos, constructivista y generadora de una sociedad más ética, libre,
democrática, pluricultural y esperanzadora, se
requiere de una Gerencia Educativa ejercida por profesionales (directivos,
docentes, alumnos, padres y representantes, actores comunitarios, organismos
públicos y privados, entre otros) que actúen desde una actitud esencialmente
trascendental, que garantice una educación de calidad que egrese de su seno
ciudadanos capaces de valorarse a sí mismos y reconocer a los demás, solidarios
y productivos; de pensamiento universal, reflexivo, crítico, estratégico,
ergonómico, ecológico y plural. La calidad se identifica, en este caso, con la
búsqueda de la trascendencia; con base en la satisfacción de las necesidades,
intereses y expectativas de los que acuden a nuestras aulas y las expectativas
de transformación social; por otra parte, practicar una nueva filosofía: la
calidad como estilo de vida, donde el centro es el cliente, los alumnos; el
proceso educativo, es alumno-céntrico, no docente-céntrico.
En este sentido, se trata de una gerencia
convencida de que los insumos para lograr una educación de calidad, pertinente
y equitativa, están en el hombre mismo. En Gerencia Educativa aplica una
gerencia integradora, pues somos seres bioespiritupsicosociales. Como tales, somos capaces de saber aprender, saber
pensar, saber hacer, saber inspirar, saber vivir y saber emprender. Son
capacidades para resolver la vida, que se relacionan más con la condición
humana que con las necesidades de iluminación, temperatura, infraestructura y
otros elementos ergonómicos. La convergencia de ideas y acciones debe reinar,
entonces, en las organizaciones. Con base en esa creencia, la gerencia del
capital humano ha ido evolucionando, considerando cada vez más al colaborador como
el capital más importante de las organizaciones.